Primera parte:
El piberío estaba desaforado. Comenzaba la última semana de las vacaciones de invierno en las escuelas de la provincia de Buenos Aires, Moreno claramente no era la excepción, y lo aprovechaban intensamente. Familias con bolsillos flacos, con pocas posibilidades de esparcimiento para los más pequeños. Entonces, los chicos ganaban las calles. Mientras no lloviera, el frío no les preocupaba. Disputaban intensos partidos de fútbol donde no solamente gambeteaban rivales sino también piedras, corrían, exploraban. Se metían por todos lados. A través de la curiosidad llegó el horror. A algunos de ellos el descubrimiento los iba a perseguir en sus sueños durante años.
El cuerpo de Domingo de Palma apareció en la tarde del martes 24 de julio del 2012 en un descampado ubicado en la esquina de las calles Comandante Ramón Franco y Abanderado Cleto Mariano Grandoli del barrio Pfizer, a unos cuatrocientos metros de la finalización del complejo habitacional Las Catonas. Un grupo de niños jugaba en la zona; entre los pastizales, un objeto les llamó la atención. Al acercarse vieron algo extraño e increíble. Dos piernas sobresalían de un gran tambor metálico de color verde, de 200 litros y con el logo de una conocida petrolera. La mitad superior del cadáver se hallaba encajado en el recipiente; después se determinó que contenía cal. Parte de los restos que quedaron al descubierto habían sido destrozados por perros y ratas. Espantados y a los gritos, llamaron a sus padres. Los adultos se acercaron, incrédulos y esperando que el relato solo fuese una exageración de los chicos, producto de la imaginación. Pero confirmaron el tétrico descubrimiento, corrieron horrorizados –aún más rápido que sus hijos- y avisaron inmediatamente a la Policía.
Los uniformados acordonaron el predio, en medio de la conmoción de un barrio relativamente tranquilo, mientras los curiosos se agolpaban fuera del perímetro que delimitaba la escena del hallazgo. Una hora después llegó la Policía Científica. También el fiscal Mariano Navarro –a cargo de la UFI Nº 2 del Departamento Judicial de Moreno y General Rodríguez, fallecido poco tiempo después- junto a su joven secretario –y mano derecha- Walter Velázquez. Las primeras consideraciones que hicieron los peritos señalaron que el hombre, de unos 55 años, había sido asesinado de un disparo en la cabeza. Su muerte se habría producido entre 72 y 96 horas antes del descubrimiento. Ya había una presunción respecto a la identidad: se trataría de Domingo De Palma, un vecino conocido en la zona y de 57 años de edad. Había sido visto por última vez el sábado 7 de julio en compañía de su hijo menor, Marcos de 6 años.
Del pequeño Marcos no había rastros. Hasta el viernes 27 de julio. En otro campo de grandes dimensiones, en la intersección de la avenida Del Cañón y la calle Centenario del barrio San Jorge de Moreno Sur, apareció el cadáver mutilado de un nene. Nuevamente los protagonistas del descubrimiento fueron niños que se divertían al aire libre, aprovechando el diáfano sol y la templada temperatura, inusual para el invierno. Quienes abandonaron el cuerpo intentaron incinerarlo. Había un claro mensaje a la Policía y a la justicia: Impunidad. Al menos esa fue la interpretación que hicieron los investigadores. Ese descampado había sido rastrillado por los uniformados días antes, luego del hallazgo del cadáver de Domingo De Palma ya que el vehículo en que se movilizaba este hombre había sido abandonado en las inmediaciones –e incautado por la Policía posteriormente-, horas después de la desaparición del padre y del hijo.
El entonces subsecretario de Política Criminal e Investigación Judicial del ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires durante la gobernación de Daniel Scioli, César Albarracín, se presentó en el lugar del hecho junto a quien ostentaba la jefatura de la Policía bonaerense, Comisario General Hugo Matzkin. “Hay algunos indicios para suponer, por lo que pasó con el papá y por la manera en que apareció el cuerpo del nene, que se trata de un ajuste de cuentas mafioso” aventuró. «Estaban jugando unos chicos a la pelota en el campito y otros con una gomera. El perro que estaba con nosotros no paraba de ladrar. Fuimos a ver qué pasaba y ahí vimos una bolsa de consorcio con unos piecitos que salían. Levantamos y vimos el cuerpito casi desnudo», contó uno de los padres de los nenes que descubrieron el cadáver de Marcos. Matzkin había dispuesto una línea conformada por una treintena de jóvenes policías, todos vistiendo uniformes impolutos y chalecos naranjas, con gestos adustos. El objetivo era que nadie se acercara al lugar donde la Policía Científica trabajaba enfundados en los monos blancos, levantando indicios. Claramente la misma función la podía cumplir una cinta plástica, habituales en las escenas de crímenes. Era una respuesta visual para indicar que la fuerza bajo su mando tenía el control sobre una situación que en realidad se les había escapado de las manos hacía rato. Las cámaras de los medios locales y capitalinos montaban guardia en las inmediaciones. Registraban el minuto a minuto de una noticia que conmovía al país. Los funcionarios buscaban guardar las apariencias.
Esa semana estuvo plagada de noticias de las denominadas policiales en Moreno, que hicieron temblar a la cúpula del área seguridad del distrito. Además del hallazgo de los cadáveres de Domingo y de Marcos De Palma, el miércoles 25 el entonces diputado provincial Ricardo Vago sufrió una entradera en su casa de Rivadavia al 300 –casco céntrico norte-. Al legislador le robaron dinero en efectivo y algunos objetos de valor de su vivienda. Los ladrones no fueron atrapados. El jueves se produjo un femicidio en el barrio José C. Paz de la localidad morenense de Cuartel V: Una mujer de 72 años, llamada Olga Alegre murió asfixiada por una almohada. En la pesquisa surgió un dato clave, Alegre mantenía una relación sentimental con un joven de 19 años. El femicida, identificado como Diego Armando López Chambique, la asesinó luego de mantener una violenta discusión. Fue capturado por la Policía ese mismo día.
La tragedia se cobró como víctimas a tres nenes al otro día. El suceso se produjo en la pileta del predio de ex jugadores del Club Vélez Sarsfield, del barrio 4 Vientos. Los niños –los hermanitos Sebastián y Axel, de 6 y 4 años, y un amiguito de 4, Leonardo- murieron ahogados. El hallazgo de los cuerpos se produjo el viernes y generó una furia vecinal, porque el lugar, según la Policía, ya había sido revisado minuciosamente. ¿Nadie había inspeccionado la piscina?. Las criaturas vivían en el entonces asentamiento de Villanueva –hoy urbanizado-, ubicado frente al club. Las autopsias indicaron que los tres fallecieron por “asfixia por inmersión” y no se observaron signos de violencia. Presumen que uno de los chicos, que habían entrado al club por un agujero en el alambrado y estaban cazando pajaritos, cayó en la pileta de dimensiones olímpicas, mientras que los restantes intentaron rescatarlo. Todos terminaron dentro, tapados por las aguas podridas. La furia de una comunidad postergada, abandonada, que no confiaba en las instituciones que habitualmente los marginaba, estalló: se tradujo en una lluvia de piedras que cayó sobre los policías, los funcionarios judiciales y periodistas; la calma llegó cuando la angustia y el dolor le ganó a la bronca. Pese a los reclamos de los familiares, quienes apuntaban contra el casero del lugar como responsable de un triple asesinato, el expediente se cerró como “Muerte por accidente”. En medio del enfrentamiento entre policías y vecinos, llegó el aviso del descubrimiento del cadáver del niño De Palma en la parte sur de Moreno.
En el caso de Marcos De Palma la necropsia no arrojó certezas en torno al momento de su muerte; los investigadores sospechan que fue asesinado delante de su padre, en medio de un desquiciado interrogatorio, con el objetivo de presionar a Domingo De Palma para que revelara alguna información. La causa del deceso fue por degollamiento. Posteriormente le cercenaron la cabeza y le cortaron las manos, justo a la altura de las muñecas. El cuerpo estaba totalmente desangrado. Un acto macabro. La principal hipótesis que explicaba el homicidio de Domingo De Palma está vinculada al menos en una de las actividades delictivas que desarrollaría, un claro ajuste de cuentas.
Los sangrientos, atroces y brutales asesinatos de Domingo De Palma y su pequeño hijo Marcos inscribieron uno de los registros más sangrientos en la historia del crimen en Moreno. Piratería del asfalto, drogas, sicarios, traiciones, delaciones y “mejicaneadas” conforman un combo macabro. Casi ocho años después de los crímenes, la justicia detuvo a un sujeto, con frondoso prontuario, acusado de ejecutar a Domingo. A más de diez años se confirmó que el juicio oral y público se desarrollará en el 2024 en la ciudad de Mercedes. Aún no tiene fecha agendada ni tribunal asignado. Sobre la terrible muerte de Marcos, poco se sabe. Al menos hasta el momento.
(Primera parte – Continuará)