Tercera parte:
Al momento de su asesinato Domingo De Palma tenía 57 años y varios hijos. Media alrededor de un metro ochenta, pesaba poco más de 80 kilos, pelo negro; usaba un bigote tupido, tipo morsa. Casi un estereotipo del hampón de los años 80 del siglo pasado. Era dueño de una empresa que prestaba servicios de grúas. La sede estaba ubicada sobre la calle Dalmasio Sánchez, entre Ruta 23 y Perú, frente al campo donde funcionaba la feria informal de Las Flores y hoy se construye un espacio verde, denominado Parque Argentino, financiado con fondos nacionales.
También tenía una quinta sobre la calle Teniente Origone casi esquina 2 de abril del barrio Pfizer –donde recuperaron los camiones robados a la empresa Reopen de General Rodríguez-, a la vuelta del campo donde apareció su cadáver el martes 24 de julio. Pero pasaba la mayor parte de su tiempo libre en uno de los departamentos del complejo habitacional Las Catonas. Allí vivía con el último de sus vástagos, Marcos Nicolás, de solo seis años. En mayo había fallecido de una penosa enfermedad su pareja, madre del pequeño. Desde ese momento, Marcos acompañaba a su padre casi todo el día.
Las fuentes consultadas afirmaron que De Palma solo tenía antecedentes por el delito de portación de armas, una causa de finales de la década del 90. En su actividad legal prestaba servicios a varias empresas, entre ellas estaría uno de los frigoríficos del barrio San Jorge de Moreno Sur. Además estaba a cargo del traslado de vehículos incautados por la Policía hasta el depósito judicial, en aquel momento ubicado en las inmediaciones de la Curva de San Enrique de Ruta 25.
Los vínculos con la Policía siempre fueron objeto de controversia cuando la justicia instruía la investigación. ¿Era De Palma un confidente, un informante, un “buche”, un “socio” de algunos “agentes del orden”?. Los rumores, que no pudieron confirmarse fehacientemente, indicaron que un alto jefe policial era el padrino de bodas de Domingo. Incluso un testimonio que estaría incorporado en la causa judicial seguida por su muerte, señaló que De Palma tenía una relación estrecha con un uniformado que revistaba en una de las brigadas de investigaciones de la región. Por otros motivos, lejanos de esta pesquisa, este sujeto fue exonerado de la fuerza de seguridad bonaerense.
Justamente este policía se vio involucrado en otro hecho sangriento. La muerte de Claudio Max González, un conocido delincuente especializado en grandes robos. Claudio Max González integró, al menos esporádicamente, la banda de Luis “Gordo” Valor. Así lo reconoce el mismo Valor en la biografía que escribió hace unos años. Lo recuerda como “capo en el arte de fugarse, lo hizo a los tiros, saltando muros y también de otras formas”. Refiere que su apodo era “el Lindo”. Le dedicó el libro, al igual que a otras figuras del hampa.
Claudio Max González fue baleado en Moreno durante las primeras horas de la noche del miércoles 21 de enero del 2009. González, junto a otros cómplices, había robado más temprano en Luján un camión que transportaba cuatriciclos. Liberaron al chofer y se llevaron la carga a un galpón del barrio Sanguinetti de Paso del Rey, ubicado en el cruce de las calles Lincoln y Copérnico. Aguardaron que la carga se “enfríe”, que deje de buscarse intensamente.
Hasta allí llegaron dos integrantes de la DDI de General Rodríguez. Los miembros de la brigada descendieron en el ingreso del predio e intercambiaron palabras con uno de los sujetos que estaban en el lugar. Minutos después un Ford Fiesta intentó escapar por los fondos, pero quedó encajado en una zanja. Mientras los policías se parapetaban detrás de una “Pata de cabra” (una compactadora para suelos de grandes dimensiones, de más de un metro y medio de circunferencia y con especie de dientes) uno de los ocupantes bajó del auto con una escopeta, mientras su acompañante escapaba. Los oficiales no podían asomar la nariz debido al fuego sostenido. Hasta que uno de ellos sintió el caño caliente de la escopeta en la sien y escuchó que el delincuente le dijo “te maté”. El clic metálico, en el vacío, señaló que el arma se había quedado sin cartuchos.
Entonces el malhechor regresó a la carrera al auto, sacó del asiento trasero un FAL (Fusil de Asalto Liviano, un arma de guerra), le puso el cargador y accionó la corredera. Antes que lograra darse vuelta, un preciso disparo por parte de uno de los policías le cortó la femoral, ingresando el plomo por la nalga izquierda. El herido perdió estabilidad, cayó con la cara mirando al cielo y murió desangrando en pocos segundos.
Claudio Max González tenía 46 años. Era oriundo de Avellaneda. Poseía un frondoso prontuario por hechos ocurridos en los años 1981, 1986 y el 2000, pero se sospecha que participó en varios resonantes asaltos. Tenía un pedido de captura activo por robo calificado, abuso de armas, resistencia a la autoridad y lesiones del Departamento Judicial de Lomas de Zamora. Incluso estaba imputado junto a un fiscal y otro delincuente en una causa donde el funcionario del Estado provincial era acusado de participar de una asociación ilícita para blanquear autos robados. Finalmente Hernán Collantes, ex fiscal de San Isidro, fue condenado en el 2015.
En torno a este caso, quedaron muchas dudas sobre el accionar de la policía y como llegaron a ese galpón en Paso del Rey. Pero la causa se terminó archivando. ¿Hubo un desacuerdo en el reparto del botín? ¿O se trató realmente de un operativo “limpio” y casualmente arribaron a ese lugar en búsqueda de información? ¿El rastreo satelital dio esas coordenadas? Si fue así ¿Por qué fueron solamente dos detectives de la brigada? Nunca se sabrá. Regresemos a la ejecución de De Palma.
De Palma habría tenido un abanico de “intereses comerciales”: la piratería del asfalto, la reducción de mercadería y el transporte de drogas. Esos datos estarían consignados en la exhaustiva pesquisa encarada por los funcionarios judiciales. Domingo De Palma era piloto de avión. Tuvo avionetas en el aeródromo de Luján y en los últimos años en General Rodríguez. Incluso, los confidentes revelaron que en una época se dedicó al traslado de cocaína desde Bolivia hasta distintos puntos en el interior de la Argentina. Desde Pocitos, en el país vecino, hasta Mendoza y Santiago del Estero, por ejemplo, con escalas intermedias y volando solo de día, para luego regresar a General Rodríguez. Se trataba de una persona confiable. Los meses previos a su desaparición, habría vendido la aeronave y volaba de manera recreativa, algunas veces acompañado. La avioneta que usaba en esa etapa final de su vida sería prestada por un empresario amigo de la zona norte del conurbano, y el hangar estaba en el aero country club de General Rodríguez, a la vera de la Ruta 6. Cuando buscaban a Marcos, luego del hallazgo del cadáver de Domingo, el aeródromo fue allanado por la justicia, sin encontrar elementos de interés.
Se pudo acreditar que De Palma era conocido y respetado en el mundo del hampa; un tipo con “códigos”. Las pistas que fueron recolectadas durante la investigación indican que De Palma tenía relación con Ramón Alberto “Beto” Alegre, un sujeto con antecedentes de narcotráfico y propietario de un taller de chapa y pintura ubicado en las cercanía del cruce de las calles San Luis y San Carlos, del barrio La Lucrecia de Moreno Sur. Alegre fue detenido el 30 de diciembre del 2018 en General Rodríguez cuando la Unidad Especial de Lucha contra el Narcotráfico llevó adelante el operativo denominado “Delfín”. Fue una investigación de más de dos meses, donde se detectó que un importante cargamento de marihuana iba a ser trasladado desde Misiones hasta el Gran Buenos Aires. Una pequeña parte de la mercadería quedaba en esa zona, mientras que el resto tenía como destino la costa atlántica, debido a la gran demanda de la temporada estival.
En el kilómetro 8 de la Ruta 24, en el barrio “Mi Rincón” de General Rodríguez, la Policía armó una ratonera. Cuando el camión ingresó en esa especie de chacra, comenzó el operativo. Fue secuestrada más de una tonelada de marihuana, detuvieron a cuatro personas e incautaron armas, vehículos y prensas para compactar las drogas con el dibujo de un delfín. Uno de los apresados fue “Beto” Alegre, quien en las escuchas telefónicas habría revelado que tenía intereses en algunos “kioscos” de drogas en la zona del Cañón (Moreno Sur) y en Las Flores (Moreno Norte), en las inmediaciones del lugar donde De Palma tenía su negocio de grúas. Alegre está alojado en la unidad carcelaria de Olmos, en uno de los pabellones de máxima seguridad, según los últimos datos.
En los primeros días del mes de julio del 2012, la pandilla asaltó un camión que transportaba colchones. El atraco se produjo en el cruce de la Avenida Roca y Gobernador Vergara, en jurisdicción del partido de Hurligham. De Palma no habría participado directamente del operativo, aunque se habría encargado de la colocación de los 400 colchones en el mercado negro. Pocos días después había sido reducido y habría repartido el botín en una estación de servicio abandonada –en realidad funcionaba un lavadero- que sería la ubicada en la esquina de Dastugue y Edison, del barrio La Quebrada de Paso del Rey, que en esa época regentearía Pablo Bálsamo. También habrían robado un camión que cargaba alambrados. Habría sido una de las últimas “actividades” de De Palma antes de desaparecer.
Los roles en una banda de estas características es bien definido. “Trabajan” de manera profesional, los robos son cronometrados. Actúa un jefe, quien tiene vínculos con empresarios, comerciantes e incluso con personal policial, con quienes pacta las zonas “liberadas” para llevar adelante la acción delictiva sin riesgos. Un lugarteniente, de máxima confianza, es quien designa a las personas que participarán del atraco; generalmente son entre cinco y seis. Puede convocar a malvivientes fuera del círculo habitual si es necesario, pero “recomendados”. El robo cuenta con inteligencia previa, que puede ser aportada incluso por empleados “infieles” de la empresa que va a ser objeto del robo. Pueden pagarles por la información antes del golpe, o participar de las ganancias generadas por las ventas. La mayoría de las veces la mercadería ya tiene comprador; recuperan un promedio del 50% del valor legal de la carga. Otras, es a “pedido”.
Dentro de las bandas hay “expertos” tecnológicos que manipulan aparatos que inhiben las señales del rastreo satelital de los camiones, además de monitorear las frecuencias de radio que utiliza la Policía para mayor seguridad. Los choferes son bajados a punta de pistola, luego de cruzarle al menos un vehículo en su camino, y los abandonan sanos y salvos horas después, cuando la carga ya se “enfrió”. Generalmente, los dejan en posesión de sus pertenencias, salvo el teléfono celular. No es extraño que incluso le entreguen dinero para “reparar” las molestias ocasionadas. El factor sorpresa y la rapidez son claves en la interceptación. La mercadería es guardada en galpones, listos para su colocación. Luego es transportada en camiones legales (la organización que integraría De Palma contaría con varios) y la acreditan con remitos “truchos”, ante la eventualidad de un control.
Las estadísticas indican que el “negocio” es millonario. Un informe emanado de la Mesa Interempresarial de Piratería de Camiones que data del mes de septiembre del 2021 reveló que entre julio del 2020 y agosto del 2021 ocurrieron 1.460 asaltos en esa modalidad. El 52% de ellos se produjeron en la provincia de Buenos Aires (de ese 52%, el 46% ocurre en la zona oeste del conurbano) y el 21% en la Capital Federal. Hubo un aumento de robos con respecto al período 2019-2020 en la provincia de Buenos Aires (del 50 al 52%) y disminuyó en la Capital Federal (del 24 al 21%). Los montos de las mercaderías robadas superan ampliamente las decenas de millones de pesos.
Una digresión: La miniserie “Un gallo para Esculapio”, protagonizada por Peter Lanzani y Luis Brandoni, y emitida durante el 2017 (con una segunda parte en el 2018), con la producción de Underground y Boga Gogagna, tiene visos de realidad más allá de la dramatización para convertirse en un producto audiovisual de alta valía. Para lograrlo el equipo de guionistas contó con el aporte de algunos delincuentes que se dedican o dedicaron a la piratería del asfalto.
(Tercera parte – continuará)