El sádico asesinato de Mario Adolfo Gatti: Condenaron a prisión perpetua a uno de los sanguinarios criminales

Sadismo indescriptible, perversión en estado puro. Golpearon a un anciano, atado y amordazado. El desdichado hombre murió de un paro cardíaco, producto del terror. Los delincuentes se llevaron dinero en efectivo, una notebook y una colección de armas. El ingreso y la fuga quedaron registrado en cámaras de vigilancia del vecindario. El terrible suceso ocurrió a principios del 2019 en pleno centro de Moreno. La justicia atrapó a uno de los asesinos. Fue condenado a prisión perpetua.

Una pregunta cuya respuesta no está en el expediente judicial, y posiblemente nunca se resuelva. ¿Quién o quiénes hicieron el trabajo de inteligencia? Porque los delincuentes que asesinaron brutalmente a Mario Adolfo Gatti tenían una mínima información que les permitió actuar con tranquilidad y sin prisa. Algunos investigadores tienen una sospecha: sería uno de los cuidadores de coches que custodiaban en esa cuadra, conocidos coloquialmente como “trapitos”.

Este sujeto, que se pierde en la bruma del tiempo, habría entablado algún tipo de relación con Mario Adolfo Gatti. A este adulto mayor, de 92 años, desconfiado por naturaleza, lo habrían visto hablar, reja de por medio, con alguno de estos trabajadores informales. El desconocido vigiló sus movimientos. Advirtió que Gatti tenía problemas de audición y que usaba aparatos para amplificar los sonidos. Se percató que vivía solo en la gran casona ubicada sobre la calle Asseff (ex Marcos Paz) al 226 entre Aristóbulo del Valle y Leandro N. Alem, a la vuelta de la clínica Alcorta, pleno centro lado sur de Moreno. Datos suficientes para planificar un atraco.

En los primeros minutos del miércoles 13 de febrero, cuatro delincuentes fueron registrados ingresando a la vivienda de Gatti. Las imágenes, claves, fueron obtenidas por una cámara de seguridad de un vecino. Tres de los malvivientes tenían los rostros tapados (además de guantes) pero el cuarto caminaba con la cara descubierta. 45 minutos después salieron cargando bolsos. Desaparecieron en la noche.

En ese lapso cometieron el brutal crimen.

Cronología de un asesinato

Una vez dentro del predio, bajaron las llaves térmicas y cortaron la luz. Buscaban inactivar la alarma. Un evidente desconocimiento tecnológico, pero dos circunstancias fortuitas concatenadas lamentablemente jugaron a su favor. El sistema tenía baterías, pero eran defectuosas. Falta de mantenimiento. Más allá de esta cuestión, los expertos que analizaron la escena donde se produjo el asesinato concluyeron que no había sido conectada. Gatti frecuentemente olvidaba encenderla, afirmaron sus allegados.

Inmediatamente doblaron los barrotes de una ventana lateral y cortaron el vidrio. Entraron y revisaron las habitaciones hasta que encontraron a Gatti durmiendo. El hombre no escuchó nada. No tenía los audífonos colocados. Lo despertaron violentamente. Lo ataron y lo amordazaron. Empezaron a golpearlo salvajemente. Hasta que produjeron su muerte, en un estado de total indefensión. Verdaderos psicópatas sanguinarios.

Con una linterna que tenía la víctima sobre la mesa de luz, recorrieron las dependencias. Descubrieron un dinero que sería producto de la jubilación de Gatti. La víctima era marino retirado. Se llevaron una notebook que pertenecía a su hija (quien pasaba la mayoría fines de semana con él) y varias armas que Gatti coleccionaba. No encontraron una caja fuerte que estaba empotrada en la pared, disimulada detrás de un cuadro. Este dato permitió inferir a los detectives que no hubo información aportada por alguien del círculo íntimo. En el avance de la pesquisa, esa hipótesis se descartó rápidamente.

El cadáver fue descubierto por el nieto de Gatti y por la empleada de limpieza. Tanto esta mujer como la hija de la víctima intentaron tomar contacto con él durante las primeras horas de la mañana de ese miércoles, pero no atendía el teléfono ni se acercaba a la puerta pese a los insistentes llamados. Gatti era un hombre de hábitos. Se levantaba temprano y acostumbraba acostarse alrededor de las 21 horas. Ante la falta de respuesta, cerca del mediodía el joven y la mujer decidieron saltar las rejas perimetrales e ingresaron a la casa por el mismo lugar que los delincuentes, una vez que encontraron la ventana violentada. Hallaron el cuerpo ensangrentado de Gatti sobre su propia cama. La desesperación fue total.

El crimen llegó a las portadas de todos los medios de comunicación capitalinos. Además de la conmoción por el terrible asesinato, Mario Gatti era suegro del diputado nacional Leopoldo Moreau, dirigente radical de larga trayectoria (incluso fue candidato a presidente en el 2003 en representación del partido creado por Alem e Yrigoyen) y ahora enrolado en las filas del kirchnerismo. La presión política sobre la cúpula policial y del Ministerio Público Fiscal fue intensa. Buscaban una rápida resolución, ya que ese año había comicios y María Eugenia Vidal buscaba su reelección como gobernadora. Ninguno de los dos objetivos se cumpliría.

El derrotero judicial

La causa recayó en la fiscalía en turno, la UFI Nº 3 del Departamento Judicial de Moreno y General Rodríguez, comandada por la Dra. Luisa Pontecorvo. La fiscal ordenó una serie de medidas de campo desarrolladas por los uniformados del servicio de calle de la Comisaría 1º de Moreno. Requirieron las cámaras de seguridad de los vecinos.

El trabajo de los peritos permitió identificar una huella dactilar en el botón de la mochila del inodoro del baño principal. No correspondía a ninguna de las personas que visitaban habitualmente a Gatti. El grupo era reducido. Pero tampoco saltó coincidencia en el sistema AFIS. Quien dejó ese rastro no tenía antecedentes registrados.

La operación de autopsia se realizó durante las primeras horas de la tarde del jueves 14 de febrero. Estuvo a cargo la Dra. Marcela Mamani y se realizó en el Cuerpo Médico Forense ubicado en una de las alas del hospital provincial Vicente López y Planes de General Rodríguez. El informe final señala que “la data de muerte sería de 36 horas aproximadamente. Al examen de la superficie corporal se observa lesiones equimóticas en pómulo izquierdo, en la región frontal izquierda y en la mucosa yugal de labio superior e inferior. No presenta signos de defensa ni de lucha. Las lesiones descriptas en la región frontal y pómulo son de tipo contusas originadas con un elemento de bordes duros y romos, no descartando golpes de puño. Dichas lesiones podrían haber generado un estado de indefensión en la víctima”. Falleció por un paro cardíaco no traumático, con una breve agonía. Los golpes no lo mataron directamente. Sí la traumática y virulenta situación a la que fue sometido.

Pontecorvo solicitó la asistencia de la oficina de Delitos Complejos dependiente del Fiscal General Lucas Oyhanarte. El organismo, bajo la batuta del Dr. Ezequiel Freydier, remitió las imágenes de las cámaras de seguridad secuestradas por la Policía a la asesoría pericial de La Plata. Un especialista las depuró y logró una nítida secuencia donde se observó claramente la fisonomía del único delincuente que actuó a cara descubierta.

Una cara en la pantalla

La difusión de este video a través de los medios de comunicación permitió un avance significativo. Un vecino del barrio Catonas identificó al sospechoso. Brindó datos. Otros testimonios ratificaron la individualización. Se trataba de un sujeto conflictivo, con antecedentes, al que conocían como “Gamer”. Su nombre era Sebastián Matías Ramírez, en aquel momento de 34 años. Tenía familiares viviendo en la misma zona.

La Policía logró acercar otros declarantes. Uno de ellos recordó que a mediados de febrero lo habían visto con una importante cantidad de dinero en efectivo, al menos en aquel tiempo. Ramírez habría revelado que era parte de un botín que recibió porque “le dimos a un viejo ahí en Moreno, lo cagamos a cañazos y lo robamos. Entramos a la casa y le sacamos algunas cosas y guita. A mí me dieron 15.000”. Ante esta indiscreción sin tapujos, ventilada a los cuatro vientos y lo exiguo del botín recibido, queda claro que no fue la mente que planificó el atraco. Fue mano de obra. Descuidado en las infidencias. Fue su perdición. Claramente se trataba de un lumpen, un marginal.

Esto ocurrió en octubre del 2019. Comenzaron a rastrearlo, pero desapareció de los lugares que frecuentaba. Algo olió, o le avisaron. No hay certezas. Se insertó el pedido de captura, avalado por el Juzgado de Garantías Nº 3 de la Dra. Celina Ardohain. Lo buscaban detectives de la División de Casos Especiales de la Policía Bonaerense. Sabuesos obstinados. Descubrieron que Ramírez tenía dos hijas, con dos madres diferentes. Comenzaron a vigilarlas.

Captura y perpetua

La persistencia tuvo sus frutos. El sábado 14 de marzo del 2020 lo detectaron en Cuartel V. Había ido a visitar a una de sus niñas. Pasearon un rato y la dejó en su casa. Los policías lo dejaron caminar una cuadra y lo capturaron en la calle Tupac Amaru entre La Música y La Pintura del barrio La Esperanza. Había cambiado su aspecto. Estaba más delgado y con otro corte de cabello. Intentó correr pero lo taclearon. Finalmente fue esposado y subido a un móvil. Estuvo alojado en los calabozos de la Comisaría 1º de Moreno. El lunes siguiente fue trasladado a la sede de la fiscalía pero se negó a declarar.

A principios de julio de este año comenzó el juicio en la ciudad de Mercedes. Sebastián Matías Ramírez fue acusado de “Robo agravado por efracción y en lugar poblado y en banda en concurso real con homicidio agravado criminis causa por su comisión para consumar otro delito y para procurar la impunidad de sus autores y por alevosía”. El debate fue presidido por los jueces Juan Manuel Renaud Mas, Ignacio Racca y Daniel Machain, responsables del Tribunal Oral Criminal Nº 3. Fueron tres jornadas intensas.

El miércoles 10 al mediodía se conoció el veredicto. En virtud de la prueba recolectada por los instructores de la causa y los testimonios brindados en la sala de audiencias, los magistrados de manera unánime decidieron condenar a Ramírez a la pena de prisión perpetua. Pasará 35 años tras gruesos barrotes. El expediente no está cerrado. La justicia busca que sus tres cómplices no gocen de impunidad. ¿Se quebrará Ramírez en la cárcel y revelará la identidad de los otros delincuentes? Tendrá tiempo para analizar la situación ¿pagará en soledad la sentencia o arrastrará los demás? El tiempo lo dirá.