De la forma a la realidad: deudas pendientes en el futbol femenino

El 23 de mayo es el Día Internacional del Fútbol Femenino. Es un momento clave para repensar y reflexionar sobre todo lo que se ha conseguido a lo largo de los años, así como reconocer lo que falta por avanzar.

Mientras transitamos 22 copas del mundo masculinas, sólo ocho fueron femeninas, y este año se suma una más, que comienza el 20 de julio. ¿Nos detuvimos a pensar por qué esto es así? Podemos considerar que a las mujeres no les interesa, que no lo hacen tan bien, que no tienen público. Pero la verdad es más simple: las mujeres han tenido prohibida su participación ¿lo sabías?.

En Inglaterra, en los inicios de 1900, los clubes no podían apoyar a los equipos femeninos. Luego, desde 1921 a 1971 las mujeres no pudieron utilizar los recintos masculinos para practicar este deporte. Sin embargo, las mujeres buscaron una manera de jugar: en los Juegos Olímpicos de las Mujeres, en 1930, lo incluyeron como evento. Sin embargo, no fue hasta 1996, 60 años más tarde, que el Comité Olímpico (COI) oficial -no el de mujeres- habilitó esta disciplina, sumándola a la agenda.

Si constantemente te dicen que no podes hacer algo, que tu cuerpo no está preparado, o que tu cuerpo puede sufrir lesiones gravísimas por practicar un determinado deporte, el impacto que logra es que solo unas pocas personas se animen a realizarlo. Porque el costo de realizarlo es altísimo: es ir contra la corriente, una y otra vez. Gracias a muchas mujeres que hicieron ese esfuerzo en nuestro país, es que el fútbol femenino se profesionalizó en 2019. Es decir, 88 años después que el masculino, cuya profesionalización se realizó en 1931. En todo estos años, las fanáticas siguieron jugando, pero sin remeras, ni botines, ni espacios de entrenamiento acordes, ni apoyo para participar de torneos internacionales.

Y hoy estamos mejor, pero no tanto. Recién este año se firmó un acuerdo entre el Ministerio de Educación y la AFA para que en todas las escuelas se habilite el fútbol femenino como deporte. Aún hoy escuchamos de niñas que quieren jugar y no tienen donde hacerlo. Y si un club las acepta, una Liga no les permite participar, porque en sus reglas, en un espacio destinado para varones no pueden ingresar chicas (Liga Rionegrina, abril 2023). ¿Cuál es el peligro de que las mujeres participen? ¿Por qué el fútbol mixto nos complica la existencia?

Lamentablemente este escenario se ve en la mayoría de los países inscriptos en la FIFA, donde las mujeres enfrentan problemas en relación a las condiciones laborales, de seguridad, en la disponibilidad y calidad de las instalaciones a utilizar, así como en la promoción de patrocinadores.

Por otro lado, países como Irlanda, Noruega, Estados Unidos y España han llegado a acuerdos de pago igualitario, que incluye, además del mismo monto por representar al país en torneos, contar con alojamientos y viajes del mismo nivel.

El caso de Estados Unidos es super interesante para analizar: en la década del 70 se firmó el Título IX: histórico cambio de legislación que garantizó iguales derechos a niñas y mujeres en todos los aspectos de la educación, incluido el deporte. Un estudio realizado para analizar impacto de esta legislación mostró que entre 1977 y 2006 el número de mujeres practicando deporte aumentó en un factor de nueve en escuelas secundarias y un 450% en los colleges (Women in Intercollegiate Sport: A Longitudinal National Study Twenty-Nine Year Update 1977 – 2006).

Desde Grow- género y trabajo esperamos que todas las instituciones que promueven el deporte, asuman su responsabilidad en generar las condiciones materiales y simbólicas necesarias para que cualquier niña, en cualquier espacio de la Argentina pueda practicar los deportes que la convoquen. Que sus posibilidades sean tan abiertas y desarrolladas como las de los varones, y que realmente, las posibilidades estén a su disposición. De otra manera, no habremos alcanzado el objetivo que buscamos.

Por Georgina Sticco, cofundadora y directora de Grow, género y trabajo, organización cuyo propósito es generar espacios de trabajo diversos, inclusivos y libres de violencia.

Télam