«Somos pueblo. No masa». Fue el eje de las palabras que el obispo de Mercedes-Luján, Jorge Eduardo Scheining, les dedicó especialmente a los peregrinos que empezaron a unir a pie, a lo largo de cinco días, las dos terminales de la fe más populares en Buenos Aires, que es la Basílica de Luján y el Santuario de San Cayetano de Liniers, para luego seguir hacia Plaza de Mayo confluyendo en un acto de los Movimientos Populares que promete alcanzar el próximo domingo 7 medio millón de personas.
Nacho, el más joven de los peregrinos calza unas zapatillas que no le van. El Chavo, el más veterano, recibió un par de regalo a último momento, las está ablandando porque van muy apretadas. La Flaca, la única mujer peregrina, lo aclaró de entrada: “Si tuviéramos todo nos iríamos de vacaciones. Esto es una peregrinación” y con esa claridad unida a la contundencia le respondió a quienes le señalan si esto es política. “Soy una mujer que camina con fe, y todos lo hacemos por los más pobres, para unir a los pueblos, porque somos todos hermanos de Jesús e hijos de la Virgen”.
Este pueblo que camina, y no es masa de gente, se une en una misma identidad, que es la fe, donde en los hombros cargan las imágenes de la Virgen de Luján, del Negro Manuel, el fiel cuidador y primer devoto, como de la Virgen de Aparecida, de Brasil, donde finaliza la peregrinación tras dejar Plaza de Mayo.
En el andar se conocen más. Son muy diversos. Desde Gustavo Béliz, ex Secretario de Asuntos Estratégicos, pasando por un peregrino, como Alejandro y su hermano gemelo, Norberto, que viven entre la calle y paradores hasta trabajadores sindicalizados de la Comisión Afro en el Congreso, el sacerdote de Ruanda instalado en Villa Celina, Juan Bosco, o laicos creyentes de a pie, militantes de los movimientos sociales hasta sus dirigentes, como el secretario general, Esteban “Gringo” Castro, apoyado en su báculo, pasando por un matrimonio de evangélicos, la única pareja que camina de la mano o abrazados, Pablo García (ministro de Sin Fronteras) y Blancanieves Herrera, que visten el mameluco de la cooperativa de trabajo Felipe Vallese que se dedica al mantenimiento de los Centros de Salud en Luján. Todos ellos caminan a distintos ritmos. Más rápido los peregrinos de Misioneros de Francisco que cargan las imágenes de las vírgenes, la negra y la gaucha, y el Negrito Manuel. A su lado varios reparten estampitas a los vecinos o automovilistas curiosos o creyentes. Nadie va con cara larga. Van celebrando, rezando, cantan un cumpleaños. Los Misioneros de Francisco de Mercedes, con Patricio Minetto al frente, hacen el apoyo logístico: comparten mandarinas y botellitas de agua tan necesarias. Nadie almorzó. Hubo distintos parates para descansar porque desde el centro de Luján se fue a la ermita del Negro Manuel, en la vieja ruta 7, conocida como la ruta del peregrino, a pocos metros de la ruta 5, luego de allí hasta la sede del sindicato de ATILRA para cenar y pasar la noche. Más de 15 kilómetros en un día.
La peregrinación está en el corazón del pueblo. Es su cultura con la Virgen de Itatí, Del Valle, el Señor de los Milagros, Difunta Correa, San Nicolás, Brochero. En América Latina es muy famosa Guadalupe, en México, y Aparecida en Brasil. Aunque, el sacerdote que celebró la misa en Luján, Sergio Gómez Tey, sostiene que “es un patrimonio de la humanidad. Vean a los musulmanes, hindúes o chinos”.
El manto de la Virgen de Lujan lleva bordada, gracias a las monjas Carmelitas Descalzas, la bandera argentina y de Brasil. Porque tras terminar en Plaza de Mayo, una comitiva de peregrinos, seguirá 2500 kilómetros, mil harán a pie, hasta San Pablo, a la Basílica de Aparecida. Así quieren hacer concreto el Fratelli tutti, hermanos todos, en un contexto donde los pueblos que se organizan y luchan por la justicia social están vapuleados por las diversas dirigencias y sus voceros en los medios masivos.
El pueblo, y no masa, tiene en San Cayetano su pertenencia. Es la referencia de una memoria que es colectiva y perdura en el tiempo. El sindicato de la economía popular, más conocido por su sigla UTEP, desde el 2016 (en pleno gobierno liberal de Cambiemos) que cada 7 de agosto replica la experiencia que dejó hace 40 años el movimiento obrero al enfrentar a la última dictadura militar en 1981, el 7 de noviembre, y pocos meses después, el 30 de marzo de 1982, cuando la CGT con Saúl Ubaldini a la cabeza movilizó con las consignas “Paz, Pan y Trabajo”.
Hoy esa consigna, y gracias al Papa Francisco, se actualizó en las 3T: Techo, Tierra y Trabajo.
La fe y la lucha están unidos, porque está unida la fe y la vida. Un pueblo que camina y lucha por su dignidad sabe que las 3T son “derechos sagrados” como sostiene el Vicario de Cristo, quien los alienta a luchar por estos derechos.
Télam