A cargo de conducir y operar un hidroelevador que alcanza los 54 metros de altura y con el que combaten incendios y rescatan víctimas atrapadas, los bomberos de la Estación VI de Villa Crespo, Leonardo Pérez, Paula Panno y Sebastián Reinoso, destacaron el entrenamiento constante y minucioso que deben llevar adelante para poder cumplir con las tareas específicas de esta unidad que interviene en siniestros de gran magnitud y altura.
Con una década de experiencia como chofer, Sebastián (40) es quien conduce este camión hidroelevador que tiene unos 12 metros de largo y 39 toneladas de peso y que Leonardo (28) y Paula (32) se encargan de operar mediante un sistema de doble comando.
La unidad, que es la única en la ciudad de Buenos Aires, funciona por presión hidráulica y puede alcanzar hasta 54 metros de altura, que equivalen a 18 pisos en línea recta, pero los operadores pueden trabajar bien hasta un piso 17, ya que cuando la barquilla se inclina pierde algunos metros de altura.
«Para poder operar el hidroelevador tenemos una capacitación específica de varios meses y después estamos estudiando constantemente precisiones técnicas para perfeccionar el trabajo», contó Leonardo durante una visita de Télam en la estación.
Durante sus jornadas de guardia, luego de hacer el entrenamiento físico diario y las tareas de mantenimiento de las unidades, el equipo de bomberos emplaza el hidroelevador en el playón de la estación, en el barrio porteño de Villa Crespo, y dedica largas horas a simular distintos siniestros y mejorar sus respuestas frente a ellos.
«Primero se despliegan las cuatro zapatas del camión, que se extienden dos metros y medio a cada lado y lo levantan en el aire para estabilizarlo. Recién ahí se puede empezar a trabajar, porque si no está estabilizado, el camión se puede caer de lado cuando la barquilla agarra altura», explicó el conductor.
Una vez dispuesto, trazan objetivos para practicar con los edificios que rodean la estación y con el mismo apuro y empeño con que actúan en situaciones reales, se suben a la barquilla para intentar resolverlos en el menor tiempo posible.
«El hidro tiene una pantalla donde va arrojando distintos datos geométricos y técnicos como el viento y la inclinación, con los que nosotros calculamos el radio de trabajo que tenemos para no volcar», explicó Paula durante el rescate simulado de una persona en un edificio contiguo a la estación, mientras desde una ventana del edificio los saluda un vecino, ya habituado a sus prácticas.
«Siempre sube un solo operador y el otro queda abajo, ya que la barquilla tiene una tolerancia máxima de 400 kilos y la idea es tener la mayor cantidad de peso disponible para el rescate de las víctimas», señalaron.
Además, si el operador que está arriba «baja haciendo algún tipo de maniobra de primeros auxilios, el de abajo puede operar la unidad con el segundo comando que está en la base del camión».
En las mañanas, mientras realizan sus prácticas, los bomberos son arengados por los niños de la escuela primaria aledaña a la estación, que saludan eufóricamente a estos héroes que suben en la barquilla del hidroelevador.
Son estos bomberos quienes intervienen en los grandes incendios en depósitos, que suponen dificultades para combatir de manera convencional y que ellos atacan desde arriba con distintas «pistolas» que pueden alcanzar una descarga máxima de 4.500 litros por minuto.
También lo hacen en incendios en altura, especialmente en aquellos en los que se encuentran víctimas atrapadas, como fue el incendio que arrasó un departamento del séptimo piso de Ecuador 1026, en el barrio porteño de Recoleta, poco más de un mes atrás.
«Nosotros somos una dotación específica que presta colaboración con unidades que son únicas en la ciudad, como el hidroelevador, el camión cisterna, el más grande de la jurisdicción, que tiene un total de 10 mil litros, más del doble que una cisterna convencional o la unidad de aparatos respiratorios, para recargar los tubos en incendios de muchas horas», detallaron.
Cuando la alarma suena ante una emergencia en la que se los solicita, un tablero se ilumina en el medio del cuartel indicando las unidades específicas que deben acudir.
Los bomberos se equipan rápidamente y en cuestión de segundos parte el «tren de socorro» con las unidades requeridas.
«Según la emergencia, nos desplazamos con código 1, marcha moderada y balizas encendidas; código 2, velocidad moderada con balizas y sirena encendidas; o código 3, velocidad máxima permitida con balizas y sirenas encendidas, generalmente cuando hay pedido de auxilio», explicó Sebastián.
Responder a una emergencia lo mejor posible «depende del trabajo conjunto entre los tres», coincidieron.
Con ser bomberos soñaron desde pequeños y hoy afirman que es un «trabajo pasional»; sin embargo, confiaron que hay situaciones «demoledoras».
«Es un trabajo difícil de llevar, pero durante la intervención uno se concentra en eso y no hay tiempo para vértigo, para miedos, para nada», expresó Leonardo, que ya lleva 6 años en la profesión y 4 años como operador del hidroelevador.
«A veces llego agotado, pero sin embargo nunca me pregunto por qué lo estoy haciendo. Al final de todo, siempre está esa satisfacción única de estar al servicio de las personas», aseguró.
«Trabajamos en situaciones de las que las demás personas quieren salir, entonces nosotros tenemos que estar tranquilos para poder resolver y brindar apoyo y tranquilidad», añadió por su parte Paula, quien a su vez destacó su orgullo por ser mujer en el mundo bomberil.
«A veces hay una lucha, en general, de la mujer, de tratar de destacarse para ser considerada igual que un hombre en la profesión. Las mujeres siempre tenemos que dar un poquito más, pero siempre estamos a la altura», concluyó.
Télam