El 28 de junio del 2020 una mujer fue salvajemente asesinada y su cuerpo apareció en una obra en construcción del barrio Pico Rojo de General Rodríguez. La víctima había sido identificada como Doris Espinoza pero resultó ser apócrifa: En realidad se llamaba Nelly Delia Cóndor Amado. Era viuda de un narco que había sido acribillado en un ajuste de cuentas un año antes en el conurbano sur. Cóndor Amado se había refugiado esta zona y siguió con el lucrativo y peligroso “negocio” de su marido. Hasta que ella fue atacada por sus “socios” y tuvo el peor final. Los criminales escaparon pero fueron detectados por una división de inteligencia de la Policía Federal Argentina en Perú. La oficina de Delitos Complejos de la Fiscalía General de Moreno y General Rodríguez, a cargo de la investigación, solicitó la extradición. Ya fue remitida una mujer, que está alojada en la Comisaría de Francisco Álvarez, quien se negó a declarar. Ahora la justicia espera la llegada de sus cómplices.
La mujer fue engañada. Alquilaba un departamento en el barrio Pico Rojo de General Rodríguez, sobre la calle Laguna Cortés al 500, cuando la llamaron para decirle que en el lote donde estaba construyendo una casa, en la esquina de El Criollo y Laguna Rosario, se había presentado una persona anunciando que era el dueño de la tierra y que demandaba su presencia. Sin sospechar nada, quien decía llamarse Doris Espinoza, salió raudamente hacia el lugar, distante a 8 cuadras, custodiada por un hombre y una mujer, de su absoluta confianza. Nunca sospechó el final. Era la noche del 27 de junio del 2020.
Ya en la madrugada del 28, regresaron al departamento los acompañantes, junto con un tercer sujeto. Espinoza no estaba con ellos. Atacaron a la hija de Espinoza, la ataron y amordazaron, exigiéndole la entrega de dinero. La adolescente de 15 años les entregó unos 20.000 pesos y las llaves de otro departamento donde planeaban mudarse. Estaba en Moreno, sobre la calle Piovano frente a las vías y al lado de la sede del Juzgado Federal de Moreno y General Rodríguez. Que había allí, es un misterio aún no revelado. Nuevamente salieron el hombre y la mujer, mientras que la chica quedó a cuidado del tercer individuo.
Horas después volvieron. Y ahora los tres abandonaron a la joven atada. Recién con las primeras luces de la mañana pudo asomarse a una ventana para pedir ayuda. Los vecinos ingresaron a la vivienda, emplazada en un primer piso, y utilizando una escalera la rescataron. Inmediatamente llamaron a la Policía.
La adolescente les relató a los oficiales la situación que había atravesado y la desesperación por la suerte de su madre. Los uniformados se dirigieron a la obra en construcción y dentro encontraron el cadáver de Doris Espinoza. Había sido asesinada de una manera brutal.
El informe de la autopsia es claro al respecto: “las causales de muerte son paro cardiorrespiratorio, secundario a asfixia mecánica de un probable mecanismo mixto, compatible con comprensión cervical extrínseca por estrangulación a lazo y sofocación”. Además había sido torturada. Presentaba innumerables golpes, principalmente patadas.
Los peritos de la Policía Científica describieron con detalle la escena del crimen “la víctima estaba maniatada de pies y manos mediante precintos plásticos color negro, una soga y un hilo del tipo albañilería que juntos unían ambas extremidades en conjunto hacía atrás del cuerpo. Que sobre la región de la espalda se encontraba colocado un comprensor de agua color verde que ejercía presión hacia el suelo ya que el mismo contenía varios kilos de peso. El rostro de la víctima se encontraba cubierto por una tela amplia tipo bufanda y alrededor del cuello una cinta símil cuero”. Estaba boca abajo. Presumen que agonizó varios minutos.
¿Qué motivó este salvajismo? Rápidamente comenzó a ganar fuerza la hipótesis de un ajuste de cuentas. Principalmente debido al testimonio del ocasional remisero de la víctima. Relató que la “Tía” (también la conocían como “La Ale”) Doris Espinoza vendía drogas y que él mismo le compraba, a veces compensando con los viajes que hacía para ella. Incluso le había salido de garante para el alquiler de los departamentos. Fue la punta de la madeja.
El momento clave fue cuando se quebró la hija de la víctima y, acompañada por una asesora de menores, declaró ante la justicia. En realidad su madre se llamaba Nelly Delia Cóndor Amaro. Tenía 51 años. Contaba con documentación apócrifa a nombre de Doris Espinoza. Había ingresado ilegalmente a la Argentina desde Perú junto a su pareja Carlos Alberto Palomino Prado, a la sazón padre de la adolescente. Ambos se dedicaban a la venta de drogas.
Carlos Alberto Palomino Prado habría muerto entre finales del 2018 y principios del 2019 en un ajuste de cuentas en la zona sur del conurbano bonaerense. Pese a la insistencia, no logramos recabar datos respecto a este hecho. Ante esta circunstancia y temiendo por su vida Cóndor Amado y su hija se escondieron en General Rodríguez. Llegaron acompañada por una pareja y sus cinco hijos, quienes le solicitaron ayuda porque también eran perseguidos por un grupo de delincuentes debido a desavenencias en la consumación de distintos delitos.
Cóndor Amado siguió con la venta de drogas, aprovechando los contactos heredados de su difunto esposo. Y surge una circunstancia perturbadora, que muestra el manejo de un sector de la Policía que lamentablemente se hace endémico en el territorio argentino. Basta como muestra Rosario. Según un testimonio incorporado al expediente judicial, Cóndor Amado fue demorada en un operativo de drogas realizada por oficiales dependientes de una comisaría de la región. Cayó junto a otras personas, que sí quedaron aprehendidas y acusadas de comercialización de estupefacientes al menudeo. Cóndor Amado no corrió con esa suerte. Gracias a lo que en la jerga delictual se conoce como “cortito”, los uniformados le habrían exigido a Cóndor Amado la entrega de dinero para no “empapelarla”. Como Cóndor Amado tenía antecedentes penales, habría accedido de buen grado. Recuperó la libertad luego de la feliz “transacción comercial”. Claro que no quedó ningún registro de esta circunstancia. Prima el color del dinero. Sobre todo constante y sonante.
En la pequeña estructura que armó Cóndor Amado en General Rodríguez, participaban en la logística Mónica Gamboa, Carlos Jeanpierre Muñoz Gamboa (hijo de esta mujer) y Joel Gamboa (pareja de Gamboa). Todos ellos, junto a cuatro menores, vivían con Cóndor Amado y su hija en el departamento de Pico Rojo. Por problemas de convivencia Cóndor Amado y la adolescente se iban a mudar a Moreno, mientras avanzaba la construcción de la casa en la misma zona y en la que había invertido parte de las ganancias del “negocio”.
Pero la prosperidad despertó envidias. Y Mónica Gamboa y su marido pergeñaron un macabro plan criminal para deshacerse de Cóndor Amado. Lo pusieron en marcha la noche del 27 de junio del 2020. Lo hicieron partícipe al hijo de Gamboa. Luego de ejecutarlo, desaparecieron del mapa. Se desconoce el monto del botín y si solo fue dinero. No se descarta otros objetos de valor e incluso cocaína, la estrella del comercio que emprendió Cóndor Amado.
La causa quedó a cargo de la UFI Nº 9 del Departamento Judicial de Moreno a cargo de la Dra. Alejandra Rodríguez. La fiscal solicitó la asistencia de la oficina de Delitos Complejos que depende de la Fiscalía General del Dr. Lucas Oyhanarte. El Ayudante Fiscal Ezequiel Freydier comanda esa repartición. Comenzó una exhaustiva pesquisa en la que colaboró fundamentalmente la División Operaciones Metropolitanas Norte de la Policía Federal Argentina, un organismo especializado en la inteligencia criminal.
Con el paso de los días, y salvadas las complicaciones que generó la pandemia en el avance del expediente, personal de la fuerza federal a través de trabajo de campo y monitoreo de las redes sociales detectaron en Perú a Mónica Gamboa, a Carlos Jeanpierre Muñoz Gamboa (quien también tiene antecedentes penales en aquel país) y a Joel Gamboa, quien en realidad se llama Joe Antuán Delgado Cárdenas. Interpol emitió alertas rojas y la Policía peruana apresó a los tres.
Comenzó el proceso de extradición. A finales del mes pasado llegó al país Mónica Gamboa. Se negó a declarar ante el Dr. Freydier y quedó alojada en los calabozos de la Comisaría 6º de Moreno (Francisco Álvarez). En las próximas horas sería trasladada una unidad penal, ya que el Juez de Garantías Gabriel Castro avaló la prisión preventiva. Mientras tanto se espera que en lo inmediato la justicia peruana remita a los otros dos acusados, en el marco de los protocolos de cooperación internacional en materia penal. El delito imputado es “homicidio agravado por el ensañamiento criminis causa y por ser la víctima una mujer mediando violencia de género en concurso real con privación ilegítima de la libertad agravada”. La pena en expectativa es prisión perpetua, es decir pasarían hasta 35 años a la sombra.